Autora: Arielle Levites, publicado originalmente en Religion Dispatches.
En los últimos veinte años, en cuanto más y más estadounidenses dejaron de pertenecer a alguna religión o iglesia específica, se ha incrementado en ellos la identificación con un tipo diferente de sensibilidad religiosa, esto es: “la espiritualidad”. Aproximadamente uno de cada cinco ciudadanos se considera a sí mismo “espiritual, pero no religioso”. Si bien esta práctica de la espiritualidad es diversa y descentralizada, mi investigación muestra que hay muchas características comunes en su expresión, abarcando desde estudios de yoga a seminarios de mindfulness
¿Pero qué tipo de activismo político promueve la espiritualidad?
La cultura de la espiritualidad en los estadounidenses tiende a hacer énfasis en la acción civil a través del desarrollo emocional de cada individuo. Practicantes de la espiritualidad argumentan que podemos cambiar el mundo al cambiarnos a nosotros mismos. De esa manera, si nosotros dirigimos apropiadamente nuestras respuestas emocionales, disminuyendo las emociones negativas al tiempo en que cultivamos emociones positivas, podremos hacer de nuestro país un lugar mejor, contando con la riqueza de cada relación interpersonal. Así, cuando el Yoga Journal invitó a diez yogis a ofrecer sus reflexiones sobre los resultados de las elecciones presidenciales, no es extraño que ellos hicieran énfasis en el amor y en mantener la calma, en lugar de ponerse violentos y correr a las oficinas locales.
Los estadounidenses que practican la espiritualidad no son ciegos o indiferentes en torno a los problemas del mundo. Es sólo que para ellos una manera importante, y quizá incluso la manera más efectiva de contribuir a un mundo mejor, es a través del propio crecimiento espiritual. Ellos creen que sus acciones personales y aparentemente limitadas -como por ejemplo qué tan agradecidos se sienten en determinado momento-, generan un gran impacto en sus relaciones interpersonales, en sus comunidades e incluso en el universo. Ellos están pensando globalmente, actuando localmente. De hecho, están actuando micro-localmente, en su ser. Están buscando transformar el mundo, a través del cambio en su propio ser.
En La Política de la Autenticidad: Cristianismo, Liberalismo y la Nueva Izquierda en América, Doug Rossinow rastrea el ascenso y caída final de La Nueva Izquierda, desde finales de la década de 1940 hasta los inicios de 1970. Con el tiempo, ante las decepciones generadas por las limitaciones de sus actividades políticas, la Nueva Izquierda se desilusionó con la promesa de revolución y sus miembros empezaron a adoptar un enfoque más ligado al cambio social. El escribió que “con el paso del tiempo el enfoque de los radicales cambió, desde una identificación y demanda por las condiciones que pudieran cualificar a Estados Unidos como una democracia social, hacia los intentos de crear experiencias auténticas y democráticas en sus propias vidas”. Así, en una atmósfera de decepciones políticas y sociales, activistas de la Nueva Izquierda decidieron que el mejor curso de acción era Ser el cambio que ellos querían ver en el mundo. Esa tendencia aún se mantiene.
La organización política a través de canales ordinarios nunca es fácil o simple, y quizá no resuelva todos los problemas. La espiritualidad es, en parte, una expresión de insatisfacción con el proceso político. No es necesariamente un retiro de nuestra responsabilidad por los demás, sino más bien una estrategia alternativa para el cambio. Equilibrando la mirada entre nuestro propio ser y hacer cosas por otros, la espiritualidad ofrece un campo de acción en un mundo en el cual la acción social positiva, algunas veces parece estar bloqueada impenetrablemente. Después de todo, los políticos son acogedores con los banqueros; los revolucionarios no son simpáticos y con frecuencia sucumben ante argumentos aniquiladores; y los grandes movimientos no funcionan tan bien como los pequeños movimientos. Entonces, ¿por qué no ser un activista en la arena más pequeña de todas: el ser?
La izquierda espiritual ha invertido décadas en retirarse del activismo político abierto. Al desplegarse la agenda de Trump, es justo preguntarse si han sido fijadas las apuestas por un Estados Unidos Espiritual. ¿Cómo sería un activismo político de la izquierda espiritual? ¿Qué pasaría si Estados Unidos Espiritual reexaminara sus presuposiciones acerca de la forma en que sucede el cambio, y reevaluara su estrategia de alinear el mundo exterior a sus propias visiones internas de una política justa?
No hay ningún registro de Gandhi diciendo alguna vez “Sé el cambio que deseas ver en el mundo”. Pero él dejó un registro bastante claro de protestas públicas, activismo y vinculación en la política de la disidencia. ¿Podría Estados Unidos Espiritual seguir sus pasos?
Este artículo fue publicado originalmente en Religion Dispatches. Aquí se reproduce parcialmente sin el permiso de su autora, quien no está afiliada a este sitio web y sus ideas.